domingo, 6 de febrero de 2011

Música durante la colonia. El códice Martínez Compañón.

La música durante el periodo virreinal fue muy importante y, al igual que en otras ramas (arquitectura, pintura, escultura) surgió del mestizaje entre la cultura musical europea y los ritmos populares. La presencia de esclavos negros traídos desde el África también fue de vital importancia en la creación de obras que nos impactan por su singular belleza. Las misiones jesuíticas en territorio guaraní (Moxos, Chiquitos) lograron piezas verdaderamente celestiales. No olvidemos también la figura de Domingo Zípoli eminente compositor, hijo de Loyola y de quien nos ocuparemos en una próxima entrada.
En este caso, les ofrecemos una de las piezas encontradas en el llamado "Códice Martínez Compañón", de finales del sXVIII. Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda (1737-1797) fue obispo de Trujillo (Virreinato del Perú) y realizó numerosos viajes al interior de su diócesis. Su obra reviste una importancia extraordinaria, debido a que llevó adelante descripciones pormenorizadas de las costumbres, religión, manifestaciones artísticas y lengua de los distintos grupos étnicos desperdigados por tan vasto territorio. Las piezas musicales ocupan un lugar priviliegiado. Nos ayudan a tener una idea de la época y del sincretismo que caracterizó al periodo colonial. Son composiciones de carácter popular, es decir, reflejan a la perfección el sentimiento del hombre común, alejándose de los brillos de las cortes virreinales. Martínez Compañón realiza un exhaustivo trabajo antropológico y saca a la luz la realidad de lo autóctono.

Códice Martínez Compañón (Perú S. XVIII)

viernes, 4 de febrero de 2011

A la vera del Camino Real- Estancias de Jesús María y Caroya. Vol. 2 (Fotos)

                                 Detalle de uno de los trapiches de la bodega.

                                 Una de las ventanas con la herrería característica

                                Detalle del campanario

                                Joya en las alturas.

                                1762, grabado en piedra sapo.

                                Galería de la Estancia Jesús María (Planta baja).


                                Panorámica del Patio

                                Los arcos
                               
                                 Cúpula y espadaña
                               
                                Arcadas.

                                Panorámica de la Iglesia. Al costado, el cementerio.

                                 Ingreso a la Estancia de Caroya.

                                Portón de ingreso.

                                             Aljibe visto desde la reja.

                                 Vista del patio y la galería.

        La histórica galería.
                                            


                              
                               
                             

jueves, 3 de febrero de 2011

A la vera del Camino Real

Pasó un tiempo, es verdad. Vinieron las fiestas, los agasajos de fin de año y el blog quedó un tanto abandonado. Nos propusimos empezar el año con un viaje a dos lugares emblemáticos, plenos de sabor jesuítico: las estancias de Caroya y Jesús María.
Construidas a lo largo del siglo XVII y XVIII, se convirtieron (junto con la Candelaria, Santa Catalina, Alta Gracia y San Ignacio de los Ejercicios, hoy casi desaparecida) en la base económica de la orden de Loyola en estas tierras. Para 1613, los jesuitas tenían instalada una Universidad y era necesario mantenerla. Para ello adquirieron establecimientos rurales (algunas veces mediante la compra, otras, mediante donaciones).

Caroya
La estancia de Caroya fue la primera estancia fundada por los padres de la Compañía. Fue adquirida en 1616 y en 1624 lograron expandirse gracias a lo que se denominaba "Merced de Tierra", es decir, una especie de donación (aprobada por las autoridades) de terreno que se otorgaba a ciertas personas o instituciones religiosas que debían probar honradez y valores de buen cristiano. En 1661, debido a problemas financieros y de manejo de la estancia, fue vendida al Presbítero Ignacio Duarte y Quirós, quien al poco tiempo después (en 1687) decidió donar el establecimiento para el sostenimiento del Colegio de Nuestra Señora de Monserrat del cual fue su fundador.
Casualmente, el día en que visitamos la casa de Caroya (2 de febrero) se cumplían 308 años del fallecimiento de Duarte y Quirós (2 de febrero de 1703).
Caroya es un lugar simple. Es una estancia rústica, despojada, sobre todo su capilla, que se conserva tal como fue proyectada en el s XVII, con paredes de piedra, dinteles de quebracho, herrería artesanal y muy poca decoración (la cual no es la misma que al momento de la expulsión). El patio central es de líneas puras, decididamente colonial, con un aljibe en el centro y con paredes de un blanco inmaculado que hacen juego con los tirantes de madera del techo. Las tejas musleras, los ruidos, el crugido de la madera y el olor a lo añejo completan el escenario y nos transportan.
Siguiendo a algunos autores, al momento de la expulsión, la Estancia contaba con 164 esclavos negros, 900 cabezas de ganado vacuno y algunos equinos (datos extraídos del libro "El legado de los Jesuitas en Córdoba".La Voz del Interior.2000).
A principios del SXIX el establecimiento pasó a convertirse en la primera fábrica de armas blancas (espadas, sables y bayonetas) del país, suministrando material armamentístico para las campañas del Ejército del Norte. En uno de los pasillos hay una placa que recuerda el paso del Gral. José de San Martín por este lugar. El sector norte de la estancia (de dos plantas) fue construido durante los primeros decenios del 1800. Recordemos que era un lugar clave ya que se encontraba a la vera del camino real, vía de comunicación con el Virreinato del Perú y sus zonas claves (Potosí, La Paz, Chuquisaca).
Para fines del 1800 la Estancia de Caroya dio cobijo a los primeros inmigrantes italianos que fundaron Colonia Caroya. Fue por iniciativa del presidente Nicolás Avellaneda que se incorporó mano de oibra extranjera para trabajar la tierra y desarrollar la expansión agroindustrial que convirtió a la Argentina en uno de los principales productores de materias primas. Los trabajadores italianos se hicieron camino en una tierra que muchas veces les fue hostil, pensemos, por ejemplo en la infame "Ley de Residencia" o "Ley Cané" promulgada a comienzos del SXX que pretendía mantener a raya las luchas por mejores condiciones laborales so pena de repatriar a los inmigrantes a sus lugares de origen.
De todas formas y sin ánimo de alejarnos del valor histórico de esta excepcional propiedad, podemos decir que Caroya engloba, como pocos lugares, buena parte del pasado colonial, los primeros años como nación y los albores del estado moderno.

Jesús María
Pocas estancias tienen la belleza de esta construcción. A lo lejos se recorta su silueta en el horizonte, llama la atención la cúpula blanca de su iglesia (comenzada por el padre Bianchi y continuada por su sucesor, el padre Prímoli), bajo la advocación de San Isidro labrador, aunque en época jesuítica su patrona fuera la Inmaculada Concepción de María. Llama la atención las dimensiones del templo y las molduras, que se encuentran en la cúpula y en los laterales. Predomina el color celeste que contrasta a la perfección con el blanco.
El casco es realmente bellísimo, con una hermosa escalera que conduce a las dependencias del primer piso (donde antiguamente se encontraban los baños, las habitaciones y el comedor o refectorio). Ahora están las salas de exposición del Museo Jesuítico de Jesús María, verdaderamente interesantísimo, con exquisitas muestras de arte barroco. Vale la pena señalar las piezas provenientes de las misiones guaraníes y los santos y cristos con "ojos de cascarón", que parecen tener vida. La idea de las tallas e imagenes era la de provocar sentimientos en el indígena, una forma de llegar sin necesidad de palabras. El barroco fue un instrumento de sumo valor para los padres de la Compañía.
En cuanto a la producción, el establecimiento contaba con esclavos negros y producía, entre otras cosas, trigo, maíz, y vino. El producto por excelencia de la actividad vitivinícola fue el llamado "Lagrimilla", primer vino americano servido en la mesa del monarca español. También se fabricaban velas y había curtiembres, huertas y telares.
La belleza de Jesús María radica en su doble sentido, tanto material como espiritual. Muy pocas construcciones reúnen tanto significado. Queda todavía mucho por recorrer. Estamos desandando el camino.

A la vera del Camino Real- Estancias de Jesús María y Caroya. Vol. 1 (Fotos)

                                Fachada principal de la Estancia de Jesús María

                                 Una de las alas de la Estancia de Jesús María.
                                         
                                          Detalle de la fachada.


                                          Rejas del ingreso.
                                         

                          Iglesia de San Isidro Labrador (Bianchi-Prímoli.s.XVIII)



                                Habitaciones del primer piso


                                                    Detalle de los Contrafuertes.

                                           Galería de la Bodega.

                                          Muro.



                                Espadaña (campanario)